Somos inmigrantes de nosotros mismos
en un vuelo viajero de luz enamorada
que infinita descubre en su trayecto
la enorme dicha de ser un esplendor.
Atrevesar la puerta de la caverna amniótica,
dejar atrás los mundos infantiles
para cruzar las infinitas salas del mundo de los hombres,
abandonando el cuerpo finalmente para seguir viaje.
No es posible parar la luz y su esplendor
por lo tanto no llames extranjero
al compañero de viaje que se cruza contigo
ambos sois esa misma luz con diverso matiz.
Alégrate de nuevo por su brillo
estás llamado a ser un paraiso
que acoja a otros viajeros infinitos
en el palacio abierto de tu presente vivo.
30 noviembre, 2005
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