16 septiembre, 2011

Rogelio Buendía, médico y poeta




En la tradición de médicos humanistas de principios del siglo pasado nos encontramos con la figura de Rogelio Buendía, mi tio abuelo.

Como otros miembros de la familia y muchos médicos de su  época, compaginó su trabajo como médico con labores literarias. Es una estela antigua que trata de armonizar ciencia y arte, tecnología y humanismo. El contacto con el sufrimiento, el dolor y la limitación humana, en cualquiera de sus facetas, genera un íntimo desgaste personal. Convertir esa desazón en arte es una forma sabia de sublimación. De alguna u otra forma esto es aplicable a cualquier ser humano. A todo el mundo viene bien transformar sus escorias en oro, en un proceso alquímico antiguo como la propia historia.

La poesía puede llegar a ser una suerte de oro en nuestras vidas, una forma de regalar belleza en una sociedad que no destaca precisamente por esta cualidad.




Bahía azul

Iban los arcabuces de los chopos
tirando alondras por el rio abajo
y las manos del sol acariciaban
la piel del agua con deleite, claros

topos de violetas se escondían
debajo de las sábanas de cardos,
desde allí corroyendo madrigueras,
yendo hasta el corazón por el olfato.

Tu blandías la espada de tus ojos,
el sol, la ardiente flecha de sus manos,
el río las navajas de sus ondas
que en piedras de marfil iba afilando.

Tú triunfadora, yo bajo tus plantas,
pero el laúd de mi palabra ha entado
sin cornetas de luz, agua adelante,
por la bahía azul de tu costado.


Rogelío Buendía, en ABC

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