26 junio, 2008

Hacia una espiritualida laica


Los mitos, símbolos y rituales eran sistemas de socialización y programación colectiva, propios de sociedades que vivieron durante milenios haciendo fundamentalmente lo mismo, y excluyendo el cambio. Puesto que eran sistemas de programación colectiva, debían tomarse como descripciones de la realidad, aunque no lo fueran, de lo contrario no podían cumplir con su función de programa colectivo indudable. Eso significa que imponían una epistemología que sostenía que lo que decían mitos, símbolos y rituales era como era la realidad, tanto en lo referente a la dimensión relativa de la realidad, como en lo referente a la dimensión absoluta.

Esta es la epistemología mítica. Desde esa epistemología mítica se volvían intocables los modos de vida, interpretación, valoración, acción y organización. Se sostenía que todo eso era revelado, que procedía de los antepasados sagrados y de los dioses.

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Una nueva espiritualidad es posible; y más que eso, es necesaria. La nueva espiritualidad no podrá apoyarse en creencias, ni estará vehiculada o expresada por medio de creencias. No será religiosa, si por religión entendemos sistemas de creencias que son sistemas de interpretación, valoración, acción y organización revelados por Dios e intocables o entendemos proyectos de vida colectiva revelados e inalterables.

La nueva espiritualidad, si no se apoya en creencias, ni es religiosa, carecerá de sacralidades, será laica.

Sin embargo, precisamente porque no es ni religiosa ni creyente, podrá heredar toda la riqueza espiritual de todas las tradiciones religiosas de la humanidad. Esa herencia universal no tiene por qué conducir a una espiritualidad sincretista o a la carta. Hemos heredado toda la música de la historia, toda la poesía, toda la pintura, escultura y arquitectura; somos capaces de apreciar y gozar la belleza de todos los tiempos y todas las culturas, y aprendemos de todas ellas. Y eso no nos lleva a crear un arte que consista en tomar un rasgo de aquí y otro de allá, sino que, aprendiendo de todos, construimos nuestro propio arte. Algo así está ya ocurriendo con la espiritualidad.

Siempre se puede hacer un mal uso del legado de nuestros antepasados, pero si ocurre, no será por culpa de la globalización y universalización de todas las grandes tradiciones religiosas de la humanidad, sino por nuestra falta de calidad.



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La propuesta de este sabio es innegablemente arriesgada, el artículo que se incluye resume sus tesis.

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