19 junio, 2009

¡El uso de la Fuerza Divina no conlleva residuos!


Hace apenas cien años, la vida media del hombre alcanzaba los treinta y cinco, treinta y seis... Cien años después, sin grandes acontecimientos, ha triplicado su… o casi ha triplicado sus expectativas vitales.

Sirva ese ejemplo para darnos cuenta de que, con muy pequeños cambios, la perspectiva de cambios ya generalizados se hace enorme; de la misma forma que, el ser, gestador de residuos por sus criterios y conceptos, puede modificarlos y, a partir de ese instante, entrar en otras dimensiones de convivencia, de compartir, de convivir, de “so-li-da-ri-zarse”, para… entrar –¡quizás!, también- a otro periodo de permanencia muchísimo más largo…, gracias a la pérdida de roces… a la disolución… de gasto, en definitiva, a la corrección de residuos.

E inevitablemente viene la pregunta: ¿Pero… el uso de cualquier energía ya implica… ya implica un gasto, un metabolismo, un residuo, un reciclaje, un…?

¡No!

¡El uso de la Fuerza Divina no conlleva residuos!

¡Y ése es el auténtico alimento! Ése es el sustento que nos mantiene… a toda la especie viva. ¡La toma de consciencia de ese alimento, de esa Fuerza, de esa energía, como elemento operativo en nuestra… vida, nos da… esa activación de las escasas posibilidades! “Escasas”, que, bajo el influjo Divino, se convierten en ¡”grandiosas”!

¡Hay que aprender de nuevo!

¡Hay que reinterpretar otra vez!

Hay que precipitarse al futuro… hacia donde Dios corre.



¡La comunión-comunicación en lo Divino!... como la auténtica fuerza que no produce residuos. Sin duda, también aclarar que “utilizada adecuadamente” –lo cual tampoco es fácil-. ¡Pero al menos el guión está ahí! Debe llevarnos a una redistribución de nuestras disposiciones al hacer, al estar, al sentir.

Y si… ¡en el Nombre de… lo Eterno! se ejercitan las acciones –en materia, en funcionamiento… en producción, en…-, ¿no cambiarían multitud de acciones y la forma y manera de realizarlas y producirlas?

Tenemos y disponemos, además, de ese intento que hicieron las religiones –¡fallido!, ¡egoísta!, ¡soberbio!-, ¡y que siguen haciéndolo!, para saber lo que no hay que hacer.

Probablemente estemos en la vibración… sí, en la vibración… de que se pueda –como posibilidad- ejercitarse en otra forma de concebir, pensar, idear.

¡Quizás sea el momento propicio... hacia la conceptualización de residuales contaminantes y la posterior decisión de ejercitarse, desde las escasas opciones, bajo el ánimo de lo Divino!

No hay tiempo que perder… Se lo lleva Dios.

Ámen.


Oración de José Luis Padilla Corral.

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